Entramos a nuestro
octavo país de recorrido (Brasil) por poco tiempo y con un destino preciso. Nuestra
amiga Camila, con la que compartimos en Santa Elena de Uairén, nos había hecho
un plano para llegar a la casita donde había vivido con Dominik y Sebastián en
Boa Vista. Estaban buscando con quien compartir el hogar y nosotros nos
quedaríamos con ellos.
Aunque no hablamos
portugués nos resultó sencillo comunicarnos. Antes de entrar a Brasil habíamos
armado un discurso para contarle a la gente nuestro viaje y ofrecer postales y
artesanías. Trabajábamos en la plaza el fin de semana y durante la semana en el
centro. Queríamos ahorrar para comprar Pneus (cauchos/gomas) pero al final no
conseguimos por ningún lado y tuvimos que volver a Venezuela con las ruedas
lisas y rogando que aguantaran. Hicimos varios amigos brasileros, como siempre
del mundo de los carros.
Camila, junto con
Sebastián y Dominik habían conocido a Gentil, un profesor universitario de
matemática que desde hace más de 7 años es mestre de la ashawasca. Gentil nos
estaba esperando y durante una semana nos preparamos para la toma de Sha (té)
que se hace los domingos. Disfrutamos de la quietud y el silencio y mucha
información llegó a nosotros. Es que nuestros compañeros de hogar llevaban
muchos meses realizando un trabajo espiritual profundo. En la casa se hablaba
poco, se meditaba bastante, se escuchaba buena música y a veces teníamos la
suerte de escuchar a Dominik cantar canciones medicina. Las pocas conversaciones
eran muy profundas, discutimos sobre Dios y lo absoluto, sobre lo que es el
mundo para cada uno y sobre la ética de vida que decidíamos seguir.
LA
EXPERIENCIA DE LA ASHAWASCA
El domingo temprano compramos frutas y caminamos a lo de Gentil. Su
casa es un gran jardín verde y florido. Hace años que plantó Ashawasca y la
enredadera fue creciendo con fuerza. Ahora es enorme. Trepó a una gigantesca
mata de mango y luego a las palmeras, a los plataneros y a otras plantas más.
Con todo, recrea el paisaje de la selva, cuelgan lianas por doquier y también
hay árboles de Chacrona, que es otro ingrediente fundamental del Sha. La Ashawasca
entrega el elemento psicoactivo y las hojas de la Chacrona lo hacen tolerable
al estómago. Gentil invita a la gente a participar no sólo de las tomas sino
también de la preparación. Porque como buen científico cree que el conocimiento
no le pertenece, que debe ser comunicado, difundido.
Conocer a este mestre y a sus amigos: Lucas, un filósofo y Gilson,
un músico, ambos también docentes universitarios, fue revelador. Es que no son
ni indígenas ni religiosos. Y esto es llamativo porque la experiencia de la Ashawasca
suele presentarse de estos dos únicos modos. Es decir, o como una práctica
indígena, con un chamán de la selva (como experimentamos en Perú) o en el marco
de una religión de raíz cristiana, como el Santo Daime.
Sin embargo esta experiencia si se quiere es “laica”. Gentil es
matemático y cree que Dios es una creación de la mente humana que satisface el
deseo de permanecer, de sobrevivir a la muerte a la que le tenemos miedo. Dice
que el mundo del cristianismo es uno de los múltiples mundos posibles. Y que
todos los mundos son creaciones humanas, cómo la matemática. Porque lo único
que existe es la consciencia y el “ego”. Su búsqueda es adquirir cada vez más
consciencia hasta llegar a ser puro aquí y ahora. En este proceso la Ashawasca
es su gran maestra y luego de muchos años de trabajo sobre si mismo ha logrado
identificar a su ego controlador y tomar distancia. Durante las tomas de Sha,
disfruta de la plena consciencia, se entrega a lo absoluto.
Gentil no oficia de Chamán ni de Sacerdote, por lo tanto no guía el
trabajo de cada uno de los participantes. Sólo ofrece un orden básico al
ritual, marcado por la música:
-
En principio se pasa a un pequeño salón donde hay una mesa redonda.
Se hace un círculo y se toma el Sha en un mismo pocillo que Gentil va sirviendo
a cada uno. En ese momento cada uno puede pedirle algo al espíritu de la
planta, o decidir trabajar algún asunto personal… es libre
-
Gentil desea “bon travallo” y cada participante se ubica en cualquier espacio que
guste. En el gran patio lleno de plantas hay también hamacas y sillas. Por lo
general se medita un rato, pero también es libre.
-
Luego el mestre pone música. Primero música tranquila, de meditación
y relajación. Muchas imágenes aparecen en la mente, por eso se le dice la enredadera
de la ensoñación. Cada uno procesa esas imágenes y trata de guiarlas de acuerdo
al trabajo que decidió realizar o las preguntas que se planteó.
-
Luego Gentil pone música para mover el cuerpo, tambores y ritmos
para bailar. Es bueno mover el cuerpo cuando la cabeza es fuerte y te domina.
En estado de Sha el baile es profundamente consciente. Es posible sentir cada parte
del cuerpo y mantener una conexión constante con la música, con la tierra que
te sostiene y con el aire que atraviesas en cada movimiento.
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Cuando los efectos empiezan a menguar, comienzan las charlas
existenciales y compartimos las frutas y el resto de la comida.
-
Luego Gentil llama a la
segunda toma, se repite la misma lógica. Al atardecer viene la tercera toma y
algunas veces hay cuartas y quintas tomas.
En fin, es todo un día de apertura de la consciencia,
de trabajo ritual sobres el sí mismo, de supresión del ego. Muy intenso,
profundo y desafiante.
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