Notas de aventuras y experiencias


La busqueda- el aprendizaje

La imagen de Diógenes con la linterna caminando por las calles de Atenas, diciéndoles a los transeúntes “ Busco a un hombre, busco a un hombre”… se me viene a la mente y creo que nos revela nuestra propia búsqueda. 

Somos adultos, profesionales, tenemos una historia, una formación y sin embargo no sabemos nada de nosotros mismos. Buscamos identidad. Es una búsqueda en un mundo que elegimos, América latina. Somos un microcosmos recorriendo el macrocosmos que lo contiene (el continente). La búsqueda de identidad se me presenta dual, y sin embargo, es una sola búsqueda. 

Es difícil desembarazarse de la dualidad de este mundo en 3d, el mundo occidental, moderno, masculino en el que aprendimos a vivir. La dualidad Interno-Externo es la que nos concierne. Se trata de una búsqueda interna e individual en la que ambos Citronautas, cada uno a su manera, nos preguntamos por nuestro lugar en el mundo: ¿Cuál es nuestro Don? ¿Cuál es nuestra acción correcta, nuestro aporte a la totalidad de la que somos parte?. Y también una búsqueda externa: salimos a recorrer la América mestiza, a encontrarnos con su pluralidad de rostros, tonadas e idiomas, a vivir en sus múltiples calles, a lavarnos en sus ríos y subir sus montañas… salimos a conocer donde vivimos y quienes somos como macrosociedad. 

A veces no logramos conciliar ambas búsquedas, a veces la luna nos encierra en un lamento y nos llenamos de rabia por la historia que arrastramos como pueblo latinoamericano. Y no es por la historia en sí, sino por las consecuencias que vivimos hoy: pobreza, aculturación, violencia, basura, desmonte, transgénicos, megaminería, contaminación, en fin, extracciones desmedidas, explotación de la naturaleza y del hombre. 

Pero, la rabia no es buena amiga en esta búsqueda. El trabajo interior que estamos haciendo nos insta a superar las emociones negativas y tratar de ver las cosas con claridad. Detengamos la telenovela melodramática latinoamericana (el Culebrón o el Tenebrón). 

Ahora bien, una cosa si es clara: hay maltrato. La acción sobre nosotros mismos no es una acción correcta, luminosa, prospera… tenemos que cambiar como sociedad el trato que tenemos para con nosotros. Este modo que adoptamos hoy no sólo es ajeno a las culturas ancestrales de nuestra tierra Abya Yala (tierra adentro) sino que nos daña y nos lleva a olvidar que somos parte de la tierra. Cuando rescatamos esta idea y la sostenemos, se rompe el dualismo. La búsqueda Interna y Externa se encuentran como dos caras de una búsqueda de identidad: It’ al quesh (Soy otro Tu). Es una voz Maya que nos revela un modo de estar en el mundo. ¿y si la tomáramos como guía, y si la erigiéramos como el modo latinoamericano de habitar el mundo?... 

Formamos parte de una totalidad, somos naturaleza. La acción correcta es el amor mutuo. Encontremos puertas hacia la sensibilidad, vinculémonos a la vida palpitante. Dejemos de gritar, de andar alocados sin rumbo y de llenarnos de cosas que nos distraen de lo importante…



Ser todo yo un modo de andar: la experiencia del nomadismo


La búsqueda del viajero se dirige a la vivencia del presente, la capacidad de actualizar el
aquí y el ahora. Abandonar la ilusión de estabilidad, de permanencia en el cambio. Todo está en movimiento, el movimiento es la manifestación de la vida misma.

Pero la humanidad ha desarrollado al máximo su afán de control, el principio apolíneo del orden niega y limita el movimiento vital. En este sistema hegemónico: occidental, moderno y masculino, la rutina nos adormece con un sueño de seguridad y compramos una vida en cuotas para pagar a 30 años. Todo lo que somos queda comprometido con la ilusión de seguridad, progreso y estabilidad.

No somos ya conscientes de la vida, porque ponemos nuestra energía en planificar el futuro. Cada momento único y autentico: nacimiento, formación, amor, muerte… es planificado y ordenado con anticipación en un proceso de absoluta negación de la experiencia presente.

No somos libres, cada instancia de nuestra vida se desarrolla dentro de una institución que establece que debemos hacer, de qué modo lo debemos hacer, por que y para qué.

Ser nómade nos ha permitido recuperar el movimiento vital que nos vincula desde nuestra humanidad con la naturaleza y el cosmos todo (la Pachamama), finalmente, con la gran unidad divina de la que todos somos parte.

Abandonar lo familiar, lo cómodo, lo estable y aventurarnos a lo desconocido con apertura y escucha, es el intento de ver detrás de la mascara... Entregarse a los múltiples otros del mundo (de la América mestiza) desde nuestra humanidad rasa, propiciando un encuentro, murmurando “soy otro tu” (Ital quesh) en cada cruce de miradas, es nuestra lucha ética más profunda.

Las fronteras
Esa línea que atraviesa paisajes y culturas
cortando los lazos naturales.
Esa línea arbitraria,
esa línea ciega.


En el recorrido que va desde el norte de Argentina hasta el norte de Ecuador y sur de Colombia, siempre por la cordillera de los Andes, somos conscientes de lo arbitrario de las fronteras.

Los andes, un ecosistema con su geografía, su vegetación, su fauna… sol de día que quema y frio, mucho frio, por la noche. Y un solo y gran patrón cultural: la cultura quechua, con su idioma, su historia común, su vestimenta, su música, su modo ancestral de trabajar la tierra. Tienen una habilidad mágica para hacer florecer los páramos helados y secos.

Los países deberían delimitarse por condiciones naturales, entonces las problemáticas del pueblo serian comunes y las soluciones también serian comunes…



Los niños de Sucre (Bolivia)

Que inocencia intensa aquella la de esos niños trompistas, capaces de pasarse la vida enrollando a la perfección un trompo de madera, para luego verlo bailar en su mano.

Inolvidable su mirada penetrante, dos ojos negros, redondos y enormes, mirando fijo, casi sin pestañar. No es que se manifestaran con grandes gestos. Sólo una mirada intensa, como clavada en el cuerpecito de Don Baldomero.

Pero la gran experiencia fue la de los payasos. No cabe duda de que muchos niños, tal vez la mayoría, nunca habían estado al lado de un payaso. Cuando llegábamos con el carro quedábamos rodeados en el acto. Una muchedumbre, una masa compacta de niños curiosos nos cubrían por completo. Apurados nos poníamos la nariz roja del modo más disimulado posible y nos abríamos paso saludando a cada niño… mudos. Algunos abrían la boca un poco, pero… nada. Otros sonreían, por suerte no lloraban… Con una inmensa curiosidad nos seguían de cerca.

Atentos cien por ciento, cuando teníamos que hacer tiempo para armar sonido y escenografía se enganchaban rápido en un juego. 130 niños saltando “pato al agua, pato a tierra”.

El problema se desencadenó a partir de la caja mágica. La obra de los payasos se trataba del derecho a elegir y cada niño podía elegir un deseo, sólo uno y depositarlo en la caja mágica, de modo que ésta se presentaba como el instrumento de poder, que de hecho nos disputábamos entre Moña y Canuto, él más astuto.

Los instrumentos de poder requieren de un delicado manejo, siempre, pero especialmente cuando se trata de niños tan intensos. Hicimos la función 13 veces y siempre había un momento de riesgo: el punto en el que los niños se acercaban a la caja mágica y lanzaban hacia el interior su deseo, soñando que pronto fuera realidad.

En una oportunidad perdimos el control. Los niños se arremolinaron alrededor de Canuto. 80 niños se arremolinaron para asegurarse de que su deseo llegara a la caja mágica. La fuerza de esos deseos fue tan grande que el payaso, que mantenía en alto la caja, perdió el paso. Antes de caer tironeado por 160 manitos, soltó el instrumento de poder. Claro que éste nunca cayó. Las 160 pequeñas manos ávidas de deseos se lanzaron sobre la caja. Por unos instantes una pirámide de niños, euforia. Luego nada… La caja desapareció como si se la hubieran tragado. Un par de niños trajeron pedacitos de cartón, los mostraban llenos de preguntas en los ojos. Otros traían papelitos blancos, deseos, deseos de otros niños que desde hacía 10 funciones se reunían en ese vientre oscuro.

Lo terrible fue la decepción, ver en esos rostros la decepción. Las cajas mágicas no deberían abrirse nunca, pues resguardan el misterio del mundo. Lo charlamos ese día en una ronda de cierre.

¿Qué habrá significado para ellos lo que pasó ese día? ¿Habremos contribuido al desengaño de la inocencia? Nada más lejos de nuestro propósito. Nosotros que no dejamos de regocijarnos de esa inocencia fresca, incontrolable…claro, de eso se trata.



Somos niños exploradores

El volcán activo más alto del mundo, la cascada más alta o la mas caudalosa, el mar abierto con sus enormes olas arrolladoras… todos estos lugares son puertas mágicas. Nos vestimos de niños exploradores, nos calzamos la mochila con todo lo necesario y partimos a la aventura. Lo que buscamos es la adrenalina que nos genera la naturaleza virgen en sus manifestaciones más deslumbrantes. Allí donde parece posible sentir y hasta ver la energía vital que fluye en el mundo.

Es un juego, jugamos a observar todo por primera vez, con ojos curiosos ávidos de conocer, re-conocer, señalar y nombrar lo que aparece a nuestro paso. Cuanto menos marcado este el camino, cuanto menos humanizado y transformado por la mano del hombre, mas originaria es nuestra experiencia.

Claro que nos sabemos ya separados de la naturaleza; en algún momento en el proceso del nomadismo al sedentarismo se fragmento el lazo con la naturaleza única y total. Junto con la pregunta y con la duda, creamos la dualidad. Entonces la naturaleza nos dio miedo y construimos nuestro propio mundo humano: la cultura. Ahí habitamos desde entonces… pero, cuando jugamos a ser niños exploradores, nos reencontramos con aquel momento fundante de nuestra humanidad y nos atrevemos a aproximarnos a la naturaleza salvaje. Nuestro pequeño ego individual siente miedo, pero nuestro ser silvestre se regocija en la fascinación y el encanto de la totalidad…


El Reencuentro con el ser Recolector


Siempre fuimos un poco cirujas…

Mucho antes de viajar, cuando salíamos al centro con mi mamá y mi tía, nos regresábamos cargando cajas de cartón. Y cuando las palmeras del Boulevard semillaban, hibamos con el carro a juntar coquitos. Ellas, mis dos madres, siempre valoraron cada cosa y supieron utilizar los recursos presentes al alcance de la mano. Con los coquitos hacían apliques para la ropa artesanal que vendían en las ferias.

Cuando era más chica aún, durante la siesta, nos colábamos en el jardín de la iglesia San Francisco y cosechábamos unas semillas grises, lágrimas de la virgen le decíamos. Éramos recolectoras urbanas esporádicas.

Durante las épocas universitarias, cuando hacíamos teatro de denuncia con “Las Magas”, salíamos en las tardes-noches a cirujear. Encontrábamos buenas cosas para la utilería y escenografía de las obras. Todo husmeando en la basura.

Es que todo está en movimiento y lo que es basura para uno puede ser de utilidad para otro.

Viajando experimentamos el retorno a un modo de habitar conectado con el entorno. A cada necesidad responde la abundancia ante nuestros ojos. Solo hace falta observar, explorar y tomar lo que se nos brinda. Material para hacer artesanías llega todo el tiempo. En cada caminata por la naturaleza juntamos semillas, caracoles, corales, colmillos y también frutas para disfrutar en el camino. En las ciudades estamos atentos a los mercados, juntamos muchas frutas y verduras de desecho, hacemos dulce de fresa, de pera, de uva… cada casa que habitamos es amueblada juntando cosas de la calle: mesas, sillas, estantes…

Los recolectores somos seres agradecidos por el milagro de la abundancia. Es tan bello juntar las moras silvestres de un campo, sentir que es un obsequio divino, que están allí deseando convertirse en nuestro alimento; o volver a casa con una caja de peras maduras, demasiado maduras para ser vendidas en el supermercado. Se trata de un acto de amor, rescatarlas de la basura y restituirle su valor alimenticio, nutricio.

Explorar, tomar lo necesario y agradecer, es la dinámica arcaica del recolector. Nos reconciliamos con los más de 10 mil años de humanidad recolectora que nos precedieron y que permiten recordar que el paraíso existe: es el mundo entero que se nos ofrece, sólo que nos han enseñado a no reparar en él.


Frases venezolanas

-“santo Pepe”

- “ho! Santa tecla lamechuga”

- “prefiero oler etílico que oler violín!” (en relación a personas alcohólicas o sucias)

-Piropo: “ Mi amor, que Dios te guarde y me de la llave”

“mamasita, barco grande ande o no ande”

“mi amor, estas como las sardinas: hedionda pero divina”

“Mamita, no me menees tanto la cuna que vas a despertar al muchacho”

-“Peo es un suspiro de un culo enamorado, que viva el amor!”

- “Verga, comiste cabellín de ángel pero cagaste las greñas del diablo”

- “baila como bola e’ perro”


El Circo de Tony Rabanito

Cada país tiene sus mitos. Antes de llegar a Perú nos contaron que allí, debajo de las mesas de los restaurantes había ganchos para asegurar las carteras, y multiples viajeros nos relataron sus historias de cómo habían sido atracados, algunos de modos muy ingeniosos: en medio de una multitud sintió la presión de una caja de cartón a la altura del bolsillo. Cuando se dispersó el gentío, descubrió asombrado que le habían robado la billetera.

Nosotros viajamos por Perú con vientos favorables, nos encontramos con bellas personas que nos ayudaron de buena fé a continuar la travesía. Solo una vez sentimos el peligro de estar a la intemperie. Fue en Pimentel, una playa cerca de Chiclayo. En ese entonces viajábamos con los amigos de Circo en Kombi. Veníamos atravesando el largo desierto del norte de Perú y llegamos a Pimentel justo antes del atardecer. Creíamos estar en una playa turística, pero nos encontramos con un poblado muy pobre y descuidado. Casas humildes, calles rotas y basura. La policía no nos garantizó seguridad, y notamos que un hombre merodeaba, nos observaba, desaparecía y luego volvía a aparecer. De repente el instinto nos obligó a movernos rápido, apenas eran las 8 de la noche y las cosas empezaban aponerse extrañas. En diez minutos estábamos andando. Pero ¿hacia donde?. El único camino posible nos llevaba por casi 20 kms de ruta en mal estado, basurales y casas himildes. Ya era de noche.

Pero siempre aparece una luz. Esta vez fue el Circo de Tony Rabanito. Nos acogieron como a hermanitos menores. Ellos viajeros a lo grande, de toda la vida; nosotros aprendiendo a viajar y a cirquear… Nos invitaron a la función y luego ármanos nuestra carpa en el mismísimo escenario. Una carpa adentro de otra carpa. Fue una noche de sueños.

Augusto Chumasera es Tony Rabanito: “A los 18 años me fui al circo de cómico. Tocaba también algunos instrumentos y llegué a ser muy popular, cómo mi hijo es ahora. La gente me festejaba. Asique me jalaban de un circo y de otro, hasta que empecé a trabajar en el circo Stefano. Allí conocí a Yolanda. Tenía 14 años, hacía contorsiones, caminaba en el alambre, hacía equilibrio en la bola y era la hija del dueño. Nos enamoramos. Pero entonces empecé a tener problemas con Stefano. Cuando uno no es de la familia es más difícil abrirse camino en el circo, porque siempre te ven como un empleado. Por eso decidimos formar nuestro propio circo, fue difícil pero ya llevamos 50 años.

Nos pasó en Zorritos que nos instalamos una vez al lado del Río seco. Y pasaba un borrachito y nos decía ‘Salgan de ahí que va a venir el Río’. Pasaba todos los días. Y un día empezó a caer agua… luego vino la avalancha. Todo, todo se fue hacia el mar. No nos quedó ni un pedazo de lona de la carpa.

En Mucupe empezamos de nuevo, con una carpita y un equipo pequeño de música. Yo hacía un show de música con botellas, mi hija hacía equilibrio en botellas y mi mujer bailaba. Eso era todo. Faltaban 15 minutos para las 10 y no venía nadie. Mi mujer me decía ‘viste, vos que querés ser dueño de circo’. Y cuando ya estábamos por guardar, vino una viejita y nos dijo ‘ahí viene la gente’. Tal cual, al rato no nos daban las manos para atender. Al otro día ofrecimos una parte de la recaudación para la iglesia. Eso fue bueno porque empezó a venir más gente… huu, al tercer día ya tenía un buen equipo de música. Luego en la selva terminamos de juntar lo necesario para montar un gran espectáculo. Luego de a poco se fue sumando más gente… ”

Uno de los personajes inolvidables es la enana, testigo de Jehová y domadora de animales. Fue una de las primeras en incorporarse al circo de Tony rabanito. Todas las mañanas sale a evangelizar y por las tardes entrena a sus tres perritos acróbatas… Todos ellos, personajes de cuentos fantásticos, fueron estrellas luminosas en esa noche que se presentaba oscura. Y ahora, quedarán en nuestra memoria por siempre.